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Fast fashion: el rápido viaje de la ropa de moda desde las fábricas a los vertederos

La rapidez con la que nos deshacemos del vestuario, generando grandes volúmenes de basura, no es el único problema. Según datos de la ONU, la industria textil es responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel mundial y de más del 8% de las emisiones globales de carbono. 

Por Daniel Madariaga Urrutia.

El fast fashion, o moda rápida, es el concepto utilizado para hacer referencia a las toneladas de ropa que produce la industria de la moda, en el contexto de las constantes apariciones de nuevas tendencias. Producción a gran escala y bajo costo son las principales características de un fenómeno que tiene graves consecuencias para el medio ambiente.

Otra de las características del fast fashion es que, como continuamente se están produciendo nuevas colecciones de ropa, los materiales con las que se fabrican están lejos de tener altos estándares de calidad. Esto genera que las prendas tengan poca vida útil y las personas, queriéndolo o no, terminen comprando rápidamente ropa nueva.

El gran problema es que la industria de la moda no solo ha generado altos niveles de consumismo en las personas. Sandra Niessen, en “La moda, su zona de sacrificio y la sostenibilidad, hace énfasis en que la industria es “ambientalmente destructiva a gran escala”, ya que se ha encargado de contribuir a la deforestación, la erosión de la tierra, la explotación animal y laboral. Según Niessen “la industria de la moda se ha convertido en una amenaza existencial”.

El sitio web Sustain Your Style dio a conocer llamativas cifras sobre la industria. Al año se producen cerca de 80.000 millones de prendas a nivel mundial; en comparación con los primeros años del siglo XXI, actualmente se produce un 400% más de ropa; y, en promedio, una prenda antes de ser desechada se utiliza 7 veces.

Tal es el impacto medioambiental, que la industria de la moda se ubica en el segundo lugar entre las industrias más contaminantes, solo superada por la del petróleo. Pero sus efectos medioambientales no lo son todo, ya que el proceso de producción de la ropa está constantemente en cuestionamiento, debido a las condiciones laborales en las que se desempeñan los trabajadores.

Según Greenpeace, la necesidad de velocidad y bajos costos en la producción han conducido a las marcas a trasladar sus fábricas a países que tienen “condiciones laborales precarias”, como, por ejemplo, Camboya, Indonesia o Malasia. “Las pésimas condiciones de trabajo, incluido un salario mísero, representan un problema ético y un claro ejemplo de explotación, así como un atentado a los derechos humanos, en los que se encuentra también la explotación laboral infantil y el trabajo forzado”, afirma el citado artículo.

Chile, un ejemplo de lo que hay que evitar

Los datos compartidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), estiman que cerca del 73% de la ropa se bota a la basura luego de ser utilizada, y menos del 1% se recicla.

En Chile, se estima que al año entran 59.000 toneladas de ropa nueva, de las cuales 39.000 toneladas no se venden y terminan en vertederos, principalmente en el norte del país. A finales del 2021, comenzaron a circular imágenes de la comuna de Alto Hospicio, en las que las montañas de ropa eran las protagonistas, en medio del desierto.

Fuente: Deutsch Welle

Producto de la aparición de estas montañas de ropa en Alto Hospicio, nació la ONG Desierto Vestido en octubre del 2020. “Las y los integrantes de nuestra ONG pertenecen a Iquique y Alto Hospicio, entonces nosotros pudimos detectar que había una problemática socioambiental, asociada al tema del descarte de ropa textil, particularmente en la comuna de Alto Hospicio”, detalla Bastián Barría, miembro de la ONG.

Desierto Vestido trabaja en función de dos ejes fundamentales: la concientización y la información. “Creo que ha sido un avance, mucha gente se ha enterado y ha puesto en práctica hábitos que nosotros también potenciamos e impulsamos a través de nuestras redes sociales, sobre el tema del sobre consumo, de reparar, reutilizar y distintos tipos de medidas que podemos tomar con el tema de la ropa, del textil”, cuenta Barría.

Una de las razones de que sea en Alto Hospicio donde se ven esas imágenes es que la comuna se ubica en la provincia de Iquique, en la Región de Tarapacá, y la ciudad de Iquique es el principal puerto de acceso del textil no sólo de Chile, sino también de Latinoamérica. En Chile las importaciones se realizan por grandes fardos de ropa de la cual mucha no sirve para la venta y se transforma en basura, lo que ha transformado al norte del país en zonas afectadas por grandes vertederos de ropa usada”, advierten desde la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile.

En el mismo artículo, la geógrafa Beatriz Bustos afirma que “hay un desafío para el sector privado como para los consumidores de ser más conscientes de lo que compran y cuánto compran. En tanto, urge que el Estado establezca normativas claras y que apoye la gestión del residuo textil de los gobiernos locales, entregando ayudas y subsidios para financiarlo, porque hacerse cargo del desecho textil es caro”. 

Si bien el tratamiento de desechos textiles es costoso, tal como dice Bustos, es una acción necesaria y en la que, poco a poco, los emprendedores están incursionando. Ejemplo de ello es Ecocitex, un emprendimiento que busca eliminar el desecho textil de Chile, reutilizándolo y convirtiéndolo en un hilado de textil reciclado.

Otra opción, más económica y rápida, es la reutilización de ropa usada. La plataforma colaborativa Redress permite la reutilización y circulación de ropa de mujer de cualquier marca conocida en Chile y que se encuentre en perfectas condiciones. Gracias a Redress, se puede intercambiar o comprar ropa nueva o usada.

Por su parte, desde Desierto Vestido asumen que el trabajo no se les ha hecho fácil, ya que la coordinación con las autoridades políticas “ha sido complejo”. A pesar de eso, tanto las ONG ‘s como los emprendimientos son una gran demostración de que como sociedad se ha ido avanzando respecto de conductas que sean positivas para cuidar el medio ambiente, aunque todavía queda mucho por hacer. Lo bueno es que el camino hacia la reutilización masiva de los textiles ya se comenzó a transitar, ahora es momento de sumarse.