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Columna: Nada se pierde, todo se transforma

Chile comprende una costa de 6.435 km de longitud, la cual se ve afectada permanentemente por residuos y desechos. El 90% de éstos son de Chile continental y proceden de la gente que ensucia con vidrios y latas, pero principalmente plásticos, presentes con un 75% de las playas nacionales. Lo habitual es encontrar formatos pequeños utilizados solo una vez como botellas, contenedores, plumavit y bombillas. Actualmente en nuestro país se consumen aproximadamente un millón de toneladas de plástico al año de los cuales solo un 8,5% SE RECICLA.

Por un lado, está la imparable participación del plástico (producción, envasado y empaquetado) en la industria alimentaria. Está tan normalizado en nuestro cotidiano, que pensar y proyectar la misión de disminuir su uso con el tiempo, es a lo menos difícil. En nosotros recae la responsabilidad, por ejemplo, de preferir un producto con un material en vitrina mucho más eco, a pesar de que su valor aumente, versus a uno de plástico. Y vienen interrogantes trascendente como: Si la industria no deja de producir plásticos, ¿soy yo quien debe cortar con la cadena desde el punto de venta?, ¿Son los Supermercados quienes deberían implementar con fuerza un sistema de recarga como lo fue hace años en los almacenes de barrio, donde se vendía a granel en bolsa de papel o se rellenaban los envases de vidrio con leche o legumbres?.

Por otra parte, hasta algún tiempo comenzaron a tomar fuerza las limpiezas de playas a manos de empresas e industrias bajo marcas comerciales (cerveza, aseguradoras, aguas, etc.) En muchas oportunidades colaborando con fundaciones o instituciones, las cuales han podido proporcionar equipamiento moderno y herramientas para facilitar esta recolección de residuos en las costas. El destino final de estos residuos reciclables va desde los mismos productos que vuelven al ciclo de vida hasta posible nueva tecnología para producción de plásticos en empresas grandes, una especie de reciclaje industrial.

En el caso de @parley_latam, una institución que logra desplegarse por latino américa, ha estado presente en grandes encuentros de recolección involucrándose y trabajando en paralelo con marcas como Adidas, quienes han querido reemplazar toda su línea de producción de plástico virgen, por plástico del océano. Sin quedar atrás, las PYMES y emprendedores nacionales, han sabido recuperar con sus propias manos material plástico de entre la arena, para así transfórmalos en artículos duraderos, de buena calidad, resistentes y con un toque de diseño que logra distinguirse (accesorios de playa y de limpieza, maceteros, juegos, posa vasos, entre otros.) Es el caso de @thewavecompany y @theupcyclingco.

Es el llamado a gritos que se les hace a las empresas y fábricas. El reinventarse en la obtención de sus materias. A las personas a asumir el reciclaje como una necesidad y responsabilidad del ahora. Preferir el packaging más eco, llevar el envase al punto de reciclaje aunque nos quede lejos, reutilizarlo en casa como macetero, participar de las recolecciones de playas, etc.

Todo esto nos hace poner el foco directamente en el océano, el principal transportador, quien lleva y trae residuos a las costas. Quien sin querer alimenta a sus especies neptunianas de plastóxicos, las cuales posteriormente son consumidas por nosotros. (todo vuelve). La deuda con el gigante azul existe, porque es un indispensable y así nos lo hace saber Cata Velasco (Bióloga Marina) al mencionar que aporta la mitad del oxigeno que respiramos, ayuda a capturar gran cantidad de co2, regula el tiempo y el clima, fuente de alimento e inspiración, patrimonio cultural e histórico. Crear alianzas y recuperar no solo los envases…sino también nuestras costas, playas y océanos. Quisiera creer que es aquí donde sale la bandera roja y se instala la de color verde en la arena, para dar un poco de respiro a nuestra zona costera.

Escrito por Fernanda Aravena Sáiz