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Fauna nativa, una gran amiga – 5 de noviembre

Pololo, polola, polole o pololeo, son unas de las palabras más bellas, para mí, de nuestro idioma castellano, pero incluso dentro de nuestro dialecto chilensis, y eso que me refiero exclusivamente a la forma, las letras que usa, cómo suena, cómo se ve escrita: El significante. Sin embargo, gugleando, me enteré que la RAE reconoce un origen español para la palabra, pero con un significado relativo a un pantalón, y a su vez, reconoce también un origen mapuche de la misma palabra pololo para la acepción de ‘relación sentimental’, con uso en Bolivia y Chile, y también como nombre para un coleóptero (un insecto), lo que se usaría solo en Chile. Ojalá me corrijan, pero nunca he escuchado a una persona boliviana o española diciendo pololo, en cualquiera de sus significados. En fin.

Pololo es el nombre que reciben dos coleópteros nativos. El pololo común (Astylus Trifasciatus) es un polinizador colorado con manchas negras en su espalda y es endémico. Esto significa que habita sólo en Chile, específicamente en la zona central, y el pololo verde (Hylamorpha elegans), que es verde y habita del maule al sur de Chile y Argentina, y por eso es nativo, porque habita en ambos países. Como lo que pasa con la palabra. Para que vean que la última frase del párrafo anterior no tenía más intención que destacar este ámbito de lo nativo, lo endémico, y por contraste, también de lo exótico.

En una publicación de realizada en la Revista Ethnoentomology en noviembre de 2021 dice “Una palabra vernácula actual del pueblo chileno ‘Pololo’ utiliza la raíz “pul” (que significa mosca en lengua mapuche, mapudungún), esta palabra está asociada a los amantes”. Lo que unifica y más o menos repite lo que ya hemos dicho, salvo que no se mencionó que mayormente se atribuye el nombre del pololo a su denominación mapudungún, pëlulu, que no tiene la raíz pul. Pero más allá de la doble teoría etimológica del vocablo hermoso que acá nos motiva, el trabajo citado, realizado por un equipo liderado por el profesor de la Universidad de East Central, José Montalva (2021), es de carácter etnoentomológico acerca de otro insecto maravilloso y amenazado: El abejorro colorado (Bombus Dahlbomii), donde se muestra su rol dentro de la cosmovisión Mapuche.

Su nombre en mapudungún es pullomeñ y de ahí viene la mención ya citada acerca de la raíz pul y su relación con la palabra pololo. Pero el significado de su nombre, dice la investigación, hace referencia también al significado atribuido al bicho mismo, y tiene que ver con el revoloteo de la encarnación de algún ser querido o importante para el clan, recientemente fallecido, y por lo tanto era un tabú matar o intentar matarlo (Montalva et al. 2021). El abejorro colorado es un polinizador nativo, que habitó desde Coquimbo a Magallanes y el sur de argentina y que en ambos países enfrenta una dura situación de conservación. El 2015 se determinó por autoridades chilenas, otorgarle la categoría En peligro de extinción dada una estimación de al menos un 80% de disminución de su población a nivel nacional y una distribución actual que se reduce básicamente a la cordillera de Nahuelbuta y los paisajes de Chiloé y su entorno. 

Podríamos convenir ‘a vuelo de pájaro’ (qué hermosa expresión, que no sé si será nativa, endémica, exótica o global), que lo expresado en el párrafo precedente puede estar estrechamente relacionado, es decir, el valor que le daba el pueblo Mapuche al abejorro chileno dista tanto de su valoración actual, como la propia abundancia de este polinizador y además melífero (que hace miel), cosa que poco se dice. Capaz que quien lea esto jamás lo haya visto, por ejemplo. Y si es millenial como yo, es lo más probable, como también es probable que cualquier abejorro que hayamos visto sea en realidad una de las principales amenazas del nuestro, el nativo, que son los abejorros introducidos o exóticos, Bombus terrestris o Bombus ruderatus. 

Introducidos en territorio nacional en 1982 y 1997 respectivamente, hoy estos son los abejorros más abundantes de chile desplazando directamente al abejorro chileno a través de las enfermedades que le transmite, e indirectamente a través de drásticas transformaciones del entorno, en específico de la flora nativa que lo alimenta de néctar y le proporciona lugares de hibernación y nidificación. Porque las especies exóticas, al no haber evolucionado en conjunto con su hábitat actual, como sí lo hizo el abejorro colorado, también llamado Don Basilio, genera estragos no aparentes a simple vista, por ejemplo destruyendo elementos importantes de la fisiología vegetal reproductiva o metabólica, pero a la larga es evidente que estos efectos han sido devastadores no sólo con su competidor directo sino que también a la flora nativa, afectando así la base alimentaria de un ecosistema tan rico como el que habita Chile. Un registro muy preciso de esto se emitió en el programa nacional Chile Salvaje (Wild Chile / Capítulo 4 / Bajo Amenaza), donde les pido que se den el tiempo de apreciar el corte en que se alimenta el abejorro chileno de un chilco en que ambos individuos se entrelazan en un calce tal como si fueran los órganos reproductores macho-hembra de una misma especie. Porque eso es un ecosistema, un organismo vivo mayor donde sus órganos, son las distintas especies que le habitan.

El abejorro nativo, también llamado abejorro gigante de la Patagonia, que tiene similitudes de color, etimológicas, incluso de de hábitats originarios con el pololo, pero son especies y familias distintas, lo que no es fácil apreciar a simple vista, y un poco más fáil bajo la lupa. Pero ambos son nativos: Han pertenecido y evolucionado en los ecosistemas del territorio nacional, y por ello, es que van a ser, junto con toda la fauna nativa, los mayores defensores de los ecosistemas de Chile, y por tanto, toda ella será un actor indispensable para enfrentar la crisis climáticas a través de la conservación y regeneración de la naturaleza.

Nuestra fauna nativa tiene, diría yo, dos características principales: 1) alto nivel de endemismo (25% de las especies nativas, son endémicas), es decir, que sólo se encuentran dentro del país, lo que implica un alto valor genético y de biodiversidad, y 2) un alto nivel de amenaza de su conservación. 

Empezamos hablando de insectos para que nunca les digan que no son parte de la fauna, pues sí lo son. Pero lo cierto es que la fauna nativa chilena se compone de un gran número de aves, de especies de ciervos, de camélidos, de búhos, de reptiles, de animales marinos y de río, roedores, carroñeros y algunos felinos, entre otros. Hablamos gaviotines, del martín pescador y el carpintero, de loritos tricahue y cachaña, el puma, la güiña, el gato andino, variedades de rana, el ave perrito, el degú, el cóndor, vizcachas, el chungungo y el huillín, la taruca, el huemul, la vicuña, el pudú, el tiuque, el pequén y podría seguir. Donde cada uno juega un rol en su hábitat de origen y forman parte de una cadena trófica desarrollada por siglos de evolución y que en poco tiempo (relativo al tiempo del desarrollo de la vida en el planeta) se ha visto fuertemente impactado por la acción de la civilización moderna. Los asentamientos humanos son un primer impacto, pero el establecimiento de la agricultura, la introducción de flora y fauna exótica, proyectos extractivistas, las mascotas, el desarrollo urbano no planificado y un mar de prácticas más han provocado este deterioro ambiental.

Según el resumen del diario electrónico Diariosostenible.cl sobre la última actualización de vulnerabilidad de especies, de las 33.000 especies nativas de Chile, 157 de ellas se encuentran en la categoría de Riesgo crítico, mientras que 286 se encuentran en peligro y 274 en la categoría Vulnerable, y destaca como las especies de mayor riesgo al huemul, al zorro chilote y el picaflor de Juan Fernández. Mientra que, en el marco de la conmemoración del día de la fauna nativa chilena 2022, la académica Danila Doussang señala en El mostrador que tanto a nivel mundial como nacional, los anfibios son la clase más amenazada producto de la crisis hídrica que ya ha conquistado en distinto grado todos los rincones de la tierra.

Y es esta última con la que quiero hacer la reflexión de cierre de este texto. Si se fijan en lo que señala la profesora, el factor de mayor incidencia en la situación de los anfibios tiene que ver con la falta de agua para sus hábitats, consecuencia del cambio climático, es decir, es un factor ambiental y no la caza furtiva, la introducción de especies exógenas u otra (aunque estos factores sí están presentes) que pueden ser amenazas más directas. Porque el punto aquí es que la fauna nativa chilena no tiene un valor en sí mismo, sino que se debe mutuamente a su hábitat, y lo mismo aplica para otros elementos del ecosistema. Es decir, si queremos proteger la fauna nativa, debemos establecer protecciones no sólo de caza o importación de especies, sino que también proteger la flora, los hongos, los bosques, los glaciares y lo que sea que conforme el hábitat de dicha especie. Y viceversa, es decir, que los animales nativos son fundamentales para el cuidado y conservación de estos ecosistemas. No son indivisibles. Para proteger los glaciares, es necesario proteger el permafrost y la interfase pre glaciar, si se requiere protección de humedales no basta con proteger la zona sino también sus habitantes. O nunca podremos proteger las palmas chilenas si se mantienen en un entorno altamente fragmentado por la urbanidad (pues el degú y toda esa cadena trófica no permitirá su reproducción) o si está rodeado de un pulmón forestal altamente inflamable como lo que ocurre en Chile, donde incluso la alta resistencia de las palmas al fuego, no podrá resistir a las crecientes temporadas de incendios, como la que entra junto con esta primavera.

Hoy está en trámite una ley de protección de polinizadores nativos, donde se busca entre otras cosas, prohibir o limitar la importación del abejorro europeo. Bien. Ya debería estar por salir y hacerse realidad el nuevo servicio de biodiversidad y áreas silvestres protegidas. Bien. Tal vez la investigación etnoentomológica mencionada sea el renacer de una práctica académica que no publicaba nuevas investigaciones desde 1999 con la piedra angular Etnozoología Mapuche: un estudio preliminar, liderado por la académica de la Universidad de Chile, Carolina Villagrán. Y con esto último me refiero a la revitalización del interés de nuestra sociedad actual por nuestra fauna nativa y la necesidad de entender cómo relacionarnos con ella por un beneficio mutuo, como debió haber sido siempre. 

Sólo espero que si le llamó la atención alguno de los animalitos mencionados, dé el paso de entrar a conocer más de él. Hoy tenemos conocimientos disponibles en un sólo paso, a diferencia de lo que conocía el pueblo Mapuche en su esplendor, pero justamente esta puede ser una razón por la que nos hemos distanciado con la naturaleza en general. Así que, ojalá pase al siguiente nivel de guglear. Cuando ande en la calle o un paseo aventura, levante la mirada, deténgase, respire y enfoque bien la mirada, porque tenemos muchos tesoros vivos que se cruzan ante nuestras narices pero que son imperceptibles sin poner atención. Porque esta es una estrategia de conservación, temerle al ser humano. No son nuestras mascotas ni mucho menos, pero es sólo así que frente a la crisis climática, nuestra fauna nativa será nuestra mejor amiga.

Escrito por Daniel Maluenda

Bibliografía

Montalva, J. (2021). El abejorro gigante (Bombus dahlbomii) en la cosmovisión Mapuche. Subido en www.ethnoentomology.cz